lunes, 4 de noviembre de 2013

Washington y transnacionales renuncian a la Derecha dura y dan paso a la Centroderecha socialdemócrata

Washington y transnacionales renuncian a la Derecha dura y dan paso a la Centroderecha socialdemócrata

por Arturo Alejandro Muñoz

Lunes, 04 de Noviembre de 2013 19:52
Washington y transnacionales renuncian a la Derecha dura y dan paso a la Centroderecha socialdemócrata
La Derecha fundamentalista chilena ha sido abandonada por el imperio. Una nueva careta se ha inventado para cubrirle el rostro a esa derecha predadora: se llama Centroderecha y sus raíces son socialdemócratas.

Si esto se hubiese dicho hace una década, seguramente los círculos políticos y periodísticos al responsable de tal afirmación lo habrían tildado de loco. No obstante, el mejor juez –como siempre se ha asegurado en todos los ámbitos del saber- es el tiempo, y en esta ocasión el paso de los calendarios ha ratificado ese aserto.

Durante dos siglos, o más, los gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica han invadido, arrasado y depredado naciones de menor poder bélico y económico con el único propósito de agenciarse –por la vía de las armas- de recursos naturales que le son imprescindibles. Ese currículo no puede ser negado, ni siquiera discutido.

http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=8875

Pero, no sólo a través de la violencia vestida de militar es como EEUU ha impuesto sus intereses al resto del planeta, también lo ha hecho a través de la intromisión directa en la política contingente de muchas naciones, como ocurre en varios países de América Latina donde la trilogía Casa Blanca-Pentágono-CIA establece itinerarios, pautas y definiciones que los respectivos gobiernos –convertidos en títeres de Washington- deben cumplir a rajatabla.

A mediados de la década de 1960 el entonces presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, creó una organización, supuestamente pacífica, para cobijar en ella a todas las repúblicas del continente y conducirlas a aislar (y ojalá ‘combatir’) al único estado libre de la región que se oponía a sus intereses: Cuba. Esa organización parida por el imperio norteño fue la “Alianza para el Progreso”. A este respecto, www.memoriachilena.cl, dice:

“”A fin de evitar que el resto de América Latina siguiera el ejemplo de la revolución cubana, John F. Kennedy propuso en 1961 un programa de ayuda económica y social para la región. Denominado Alianza para el Progreso, éste se propuso mejorar las condiciones sanitarias, ampliar el acceso a la educación y la vivienda, controlar la inflación e incrementar la productividad agrícola mediante la reforma agraria. De llevar a cabo su implementación, los países recibirían un aporte económico desde los Estados Unidos, aporte que finalmente no se hizo efectivo.””

En Chile, la “Alianza para el progreso” falleció el año 1970 poco antes de la elección de Salvador Allende como Presidente de la República, y en ese mismo momento el gobierno de EEUU –en manos de la dupla conformada por los fanáticos Richard Nixon y Henry Kissinger- declaró una guerra interna en Chile a objeto de que las decisiones soberanas del país no fuesen en detrimento de los intereses políticos y económicos de la nación del norte, y menos aún en incremento del clamor popular que recorría el subcontinente americano bajo el ejemplo de la revolución cubana.

Para tamaña empresa, Nixon movilizó a la derecha chilena transformándola, abiertamente, en un grupo de sediciosos y golpistas dispuestos a incendiar el país si con ello se lograba derribar el gobierno democrático y constitucional encabezado por Allende. Para Washington era imperioso que Chile fuese absorbido también por la política de “Seguridad nacional” que en América Latina estaba representada por gobiernos golpistas y dictatoriales, como el de Brasil, que dirigía el general Humberto Castelo Branco, o el de Uruguay presidido por Juan María Bordaberry (que en 1973 abandonó la constitucionalidad que mostraba su gobierno, y se transformó en dictador, apoyado sin ambages por EEUU y Brasil).

Fue así que entre 1970 y 1973 Washington usó a Chile como laboratorio para experimentos políticos y terroristas destinados a derribar regímenes democráticos del continente, argumentando que Washington luchaba “contra el comunismo y por la defensa de la civilización cristiana”.

HOY EEUU PRIVILEGIA UNA DERECHA DE RAÍZ SOCIALDEMÓCRATA

Durante diecisiete años Washington apoyó y defendió a la que fue la más sanguinaria administración derechista-militar en América, la dictadura de los uniformados que dirigía Augusto Pinochet, pero conducida por mentes superiores a las militares, como las de Jaime Guzmán y toda la pandilla de economistas conocidos como “chicago boys”, verdaderos responsables de la imposición en Chile del sistema neoliberal salvaje que hoy asfixia a la mayoría de la población.

La dictadura cumplió a cabalidad las planificaciones económicas y políticas emanadas desde Washington, ya que ellas incluso lograron cooptar no sólo el apoyo de personas que fueron electores del gobierno socialista sino, también, la participación directa en la nueva fase capitalista de muchos dirigentes de tiendas políticas que habían conformado el bloque de la Unidad Popular.

Haciendo un símil con lo que ocurre en el área de la construcción, en este caso que nos ocupa, EEUU estimó que una vez levantado, terminado e implementado el edificio (el sistema neoliberal), se hacía necesario retirar las maquinarias (militares, dictador y derecha dura) para dar paso a la plena utilización del nuevo inmueble, el que requería ser administrado por otro tipo de personal. Fue así que en octubre de 1988 a los chilenos se les permitió opinar y decidir respecto del futuro del país en el plebiscito de aquel mes, aunque la mentada decisión estaba acotada sólo por dos alternativas políticas: derecha dura o centroderecha, siendo esta última la favorita de Washington que entendía perfectamente cuán necesario era “un lavado de imagen” a objeto de insertar el experimento chileno en el resto del continente.

Entonces, construido el edificio, estructuradas las alianzas conformadas por quienes décadas antes habían sido adversarios irreconciliables, y absorbida la antigua izquierda por la esponja neoliberal, era llegado el momento de zafarse inteligentemente de los últimos bastiones de la derecha dura para reemplazarla por el epítome político de los nuevos tiempos capitalistas: la centroderecha… pero una centroderecha que procediese no de las antiguas trincheras conservadoras, sino de la tibia socialdemocracia al estilo europeo occidental.

La vieja derecha, aquella beata y clasista, intentó conquistar las colinas de la nueva referencia auto bautizándose como “centroderecha”, pero a la postre el imperio -vale decir, las transnacionales, el FMI y el Pentágono- determinó que en Chile la seguridad del modelo (y la tranquilidad del mismo en orden a no tener que enfrentar en algún momento a masas populares decididas a cambiarlo), aconsejaba que todo apoyo y cobijo debía entregársele a los antiguos ‘progresistas’ que ahora, siendo en realidad ellos la centroderecha, tenían la capacidad de mantener ante su propio electorado una imagen falsa, una argamasa de ‘izquierdistas renovados’ que, en esencia no era tal, ya que se trataba principalmente de la renovación de la antigua derecha política, aquella que rehúye el pinochetismo y muestra disposición a restablecer en el país una “república” como antaño, la que estaba dispuesta a modernizar algunos de sus planteamientossocioeconómicos, y en lo más importante, ceder el anillo para no perder la mano.

Pero, esta renovada derecha cuenta con socios otrora izquierdistas, hoy reconvertidos a la fe neoliberal –la ex Concertación- con quienes conforma en la estricta realidad un bloque administrativo que supera las viejas distancias ideológicas, y que se manifiesta dispuesto a defender con dientes y muelas sus espacios de prevaricaciones y negocios, para lo cual se stableció una veraddera sociedad de intereses mutuos que se hizo cargo del gobierno de la nación a partir del año 1990.

En la política chilena -con la anuenia y regocijo de EEUU y las transnacionales- la Derecha añosa, pinochetista y extemporánea ha sido abandonada a su suerte… quien la reemplaza ahora es la Centroderecha, aquella que se desglosa de la socialdemocracia concertacionista y que aprendió “Economía para la depredación y venta del país” durante las dos décadas que se mantuvo como alumna en práctica mientras servía en calidad de mayordomos a sus patroncitos conservadores. Asunto conocido es que en política nada resulta tan complejo como aparenta ni tan simple como quisiéramos. Y así estamos hoy: Washington la recomienda y cobija, las transnacionales –al igual que el empresariado criollo- la avalan y aplauden… ¡la derecha dura ha fenecido, centroderecha socialdemócrata habemus!

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