El relevo de la Izquierda
La incombustión de Michelle Bachelet ha llegado a ser explicada como un caso de transposición celestial, que la hace inmune a la realidad que dejó como legado, a las frescuras y mentiras de sus adláteres, y al cansancio necesario de la población, después de casi un cuarto de siglo de abusos, ninguneos y desprecios.
Pero desde una mirada algo más pesimista, la sobrevivencia de la ex presidenta es producto de la ausencia de la Izquierda, incapaz de levantar consignas que interpreten lo que necesita la gente despreciada y castigada, y por lo mismo, feble y propicia a creer ya no en utopías lejanas, sino en ofertas más cercanas. Aunque ambas sean inalcanzables.
En la permanencia de la ex presidenta como rasgo distintivo de un tiempo en que valen más los gestos emocionales que los avatares de la economía, hay una gran responsabilidad de la Izquierda, incapaz de mirar algo distinto que sus espejos. La suma de sus discursos, que hablan de cambios, de radicalidad y de emergencia, simplemente no ha calado en la gente. Ha habido una falta de coraje que no ha permitido la eclosión de una idea capaz de convencer. ¿Será el peso de las escorias de todas las derrotas que aún la Izquierda lleva sobre los hombros?
Incapacitada de aprender de sus fallos, durante los últimos tiempos parte de esa Izquierda ha repetido, calcados, los mismos pasos que la han llevado casi a su extinción: candidatos sin posibilidades, resultados exiguos, propuesta sin relevancia. Y procesos de discusiones unitarias que siempre terminan en mayores niveles de dispersión. Pocos, pero desunidos.
Intentando afincarse en las organizaciones sociales, gremiales y sindicales, los partidos y movimientos de Izquierda no hicieron mucho. Más bien, algunos de esos sectores pusieron la tranquilidad solemne para que se afianzara como nunca el modelo. Las amenazas de paro nacional repetidas por el entonces presidente de una CUT anquilosada, mentirosa y parapléjica, ya movían a risa a los escasos desubicados que escuchaban sus discursos.
El año 2006 es el hito que modifica la historia reciente del país y es un momento fundacional para la Izquierda. Casi de la nada, exigiendo los beneficios de su pase escolar, la movilización de los estudiantes de la enseñanza media generó una sensación de asombro que demoraría en ser asimilada. Estudiantes de quince o dieciséis años planteaban con una pachorra desconocida consignas del todo extrañas. El sistema político no reaccionó frente a esa exigencia sino para diseñar el modo de golpearlos con modernas lumas policiales y con nuevas leyes. Se inauguraba así, una manera distinta, desconocida, radical de enfrentarse al sistema. Lo que vendría era imposible de vaticinar, ni por el más esclarecido de los analistas.
Dirigidos por muchachos que hablaban de una manera distinta, que se asumían de Izquierda -pero que no reconocían en las antiguas organizaciones sus domicilios políticos-, se desbandó el movimiento estudiantil generando un “mal ejemplo” que fue asimilado por comunidades enteras, que salieron a las calles y en violentos enfrentamientos contra un pocas veces visto aparato represivo, logró doblar la mano una y otra vez a lo más duro del pinochetismo encubierto, ahora enquistado en La Moneda.
Lo que soñó la militancia de la Izquierda durante veinte años, ahora aparecía sin su concurso.
En esas expresiones de lucha popular se comienza a perfilar una Izquierda distinta a la que conocíamos. Numerosos colectivos emergen desde el mundo de los estudiantes, cada uno de ellos vinculado a las ideas matrices de la Izquierda, pero que no reconocen en lo que hubo, la referencia militante. Y así se han mantenido a la cabeza de un movimiento que ha removido la agenda sedosa de los dueños de todos los poderes. Guste o no, quienes han traído las cosas al modo en que hoy las vemos han sido los estudiantes, los mapuches, algunos pobladores y para ser justos, de vez en cuando uno que otro trabajador, levantando las extrañas consignas de cambio y revolución.
Y en este tránsito, la Izquierda clásica no se ha visto. El corrimiento de última hora del PC hacia la Concertación, dando origen a la Nueva Mayoría, es el comienzo del fin de una Izquierda que fue incapaz de levantar propuestas en los últimos veinticinco años. El espacio que ha quedado abandonado por la migración hacia latitudes más cómodas, necesariamente será ocupado por esos que ya vienen.
Pronto se van a conmemorar los cuarenta años del golpe militar y habrá que reconocer que en este lapso, algo ha cambiado en lo que se llama “la Izquierda”. Estamos en medio de un cambio de impensadas consecuencias, que está exigiendo a estos nuevos actores la creación de nuevas consignas, nuevas maneras de comunicar y de interpretar la realidad, afirmadas en las luchas del pueblo más que en el calendario electoral.
Esta nueva savia, si llegó hasta aquí, no tiene más alternativa que seguir adelante. Mientras no empujen ellos, nadie va a tirar.
RICARDO CANDIA CARES
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 787, 9 de agosto, 2013)
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